domingo, 7 de septiembre de 2014

ILLE SAINT MARIE

Salimos de Andasibe antes que el sol, en un taxi-brousse con un curioso sistema de captación de clientes: lleva una sirena en el techo y en el salpicadero un interruptor que el conductor acciona cada vez que pasamos por alguna zona poblada, si alguien quiere subirse sale a la carretera y paramos a recogerlo. Y así hasta Moramanga, donde cambiamos de taxi-brousse para llegar hasta Tana. Esta vez hemos reservado en el Hotel Sacamanga, ya que hay que pasar una noche más en la capital para recuperar la GoPro olvidada en Morondava que sea en un buen hotel. Habitación bonita, piscina, wi-fi, 3 bares diferentes, vamos todo lo que se puede pedir. En el restaurante se come muy bien, pero hay que tener estómago, no para la comida, sino porqué el restaurante del Sakamanga es uno de los sitios donde más se percibe uno de los principales problemas de Madagascar, el turismo sexual, a nuestro alrededor se repite varias veces la misma escena: un señor francés mayor cena con una chica malgache muy joven, durante la cena apenas se dicen nada y al terminar se van a la habitación.
Durante toda la tarde intentamos reservar un vuelo para ir al día siguiente a la Ille Saint Marie pero están todos vendidos, intentamos, como mínimo comprar la vuelta pero no hay manera, los pocos que quedan son carísimos. Tendremos que ir hasta Tamatave en taxi-brousse y desde allí coger el temido barco que lleva a la Ille Saint Marie...
Al atardecer llega Désirè, y trae la GoPro!! Volvemos a despedirnos de él con la promesa de hacerle un video para su nueva web. Chequeamos la cámara, ha llegado igual que estaba, excepto por un detalle, hay una foto más, la del tipo del hotel:

Al día siguiente, tan pronto como podemos cogemos un taxi-brousse a Tamatave, el viaje es largo y nos deja exhaustos. Al llegar decidimos aceptar la oferta de un pousse-pousse para llevarnos hasta el hotel que hemos elegido al azar entre los recomendados por la Lonley Planet, el Central Hotel, que promete ser un gran hotel con colchas a rallas rojas. Las colchas a rayas siguen ahí, pero hace tiempo que dejaron de ser rojas, también hace tiempo que dejaron de haber clientes, y hace mucho tiempo que pintaron por ultima vez las paredes. La decadencia del Central Hotel parece extenderse por toda la ciudad. Tamatave es hoy la sombra de lo que un día fue, cuando la habitaban los turistas franceses con sus bañadores hasta las rodillas. Hoy Tamatave es una colección de antiguos palacetes y ex grandes hoteles y restaurantes venidos a menos. Eso sí, los habitantes de Tamatave son la modernez hecha personas. (Moderno según Madagascar, entiéndase). Así que en Tamatave nos quedamos el tiempo justo para arreglar nuestro viaje a la Ille Saint Marie: una noche.
Muy pronto por la mañana nos viene a buscar al hotel un taxi-brousse que nos lleva hasta Soanierana-Ivongo, donde cogeremos el temido barco hasta la isla. Hemos oído hablar mucho de este barco a lo largo de nuestro viaje por Madagascar, dicen que hay tan mala mar siempre y el barco es tan pequeño que es imposible no marearse. Estamos acojonados.
Subimos al temido barco, nos entregan unos chalecos salvavidas que nos ponemos inmediatamente. Luego hay que esperar a que los marineros carguen el equipaje de todo el mundo: maletas, bolsas, cestas con plátanos, cestas con gallinas, un fregadero, un colchón... Finalmente el barco esta listo para salir. Arranca despacio, parece que no será para tanto. Y de repente un enorme "splash" hace que todo el mundo se acerque a las ventanillas a ver qué ha caído al mar. No vemos nada. La mujer del colchón parece muy preocupada. ¿Se habrá caído el colchón al mar? No entendemos nada de lo que dice la gente, los marineros dan media vuelta, parece que vamos a recoger lo que ha caído, pero ¿qué es? De repente lo entendemos todo al ver subir a bordo a uno de los marineros empapados. Se había caído un marinero. Empezamos bien... La mujer del colchón se saca la chaqueta y se la da al marinero empapado, que la acepta aunque le queda ridículamente pequeña. Los demás marineros no dejarán de reírse de él en todo el viaje. El barco sigue su curso, sale a alta mar, un bebé empieza a llorar, los marineros reparten cubos a lo largo de todo el barco, aquellos que han hecho este viaje antes se hacen rápidamente con los cubos y se los acercan a la boca preparados para lo peor. Cuando creemos que vamos a librarnos de la mala experiencia empieza una pirotecnia digestiva colectiva. Hay gente vomitando por todas partes.
-La mujer de mi lado está vomitando
-¡Pues no la mires!
-¡Es que se le caen los dientes cada vez que vomita, los recoge del cubo y se los vuelve a poner!
Y así vomitando y recogiendo dientes llegamos por fin a la Ille Saint Marie. No hemos reservado hotel pero en el puerto hay una furgoneta del Hotel Lakana, del que algo habíamos oído. Nos acercamos y le preguntamos a la chica si tienen habitaciones disponibles, nos dice que les queda un bungalow libre. Genial, nos subimos a la furgoneta junto a los que si tenían reserva. Le caemos bien a la chica y en el reparto de bungalows nos da el mejor de todos, con su playita y sus dos palmeras.
El único problema es el tiempo, no ha dejado de llover desde que hemos llegado y no lo hará en los próximos dos días. A punto estamos de perder la paciencia e irnos de la isla en busca del sol.
Pero al tercer día el tiempo empieza a cambiar, y decidimos bajar al pueblo para hacer la excursión al cementerio de los piratas. Resulta que la Ille Saint Marie fue antaño hogar de piratas y aún se conservan sus tumbas. El camino hasta el cementerio parece un herbolario, el guía que nos ha tocado parece conocer todas las plantas: vainilla, citronella, clavo, canela, una planta que al tocarla se duerme y un montón de cosas más.


Al día siguiente alquilamos una moto y vamos hasta la Ille Aux Nantes, un paraíso que rodeamos andando en un par de horas.



Cada día hace mejor día, así que podemos disfrutar de toda la isla. A golpe de moto recorremos el norte de la isla, visitamos las piscinas naturales, la preciosa playa de La Crique, y disfrutamos de nuestro resort tomando el sol en el embarcadero, bañándonos en el mar, cenando en la playa a la luz de las velas...




8 días después nos tocará despedirnos de la Ille Saint Marie. Por suerte no conseguimos reservar un vuelo con Air Madagascar porqué los vuelos están siendo cancelados o retrasados. Nos vamos igual que llegamos, en barco, esta vez nadie vomita, nadie cae al mar y avistamos ballenas durante el trayecto. Después nos tocará coger otro taxi-brousse hasta Tamatave, donde el mismo pousse-poussero parece habernos estado esperando, pasar una noche más en la ciudad de la decadencia, coger otro taxi-brousse a la mañana siguiente hasta Tana, pasar otra noche en la capital y, finalmente, decir adiós a Madagascar.


Adiós Madagascar, nos quedamos sobre todo con la buena energía de este país y de sus gentes, con las sonrisas sinceras y con algún que otro personaje que tardaremos en olvidar.

1 comentario:

  1. Gracias por su reseña, me encantó!! y lo q mas me gusta es q dicen la verdad y si tendría q pensarle 2 veces si pienso viajar con niños..asi q esperaré para ir solo con mi pareja. gracias!!

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