jueves, 31 de mayo de 2012

SIDNEY "Alarmas y gente que corre"

SIDNEY
Alarmas y gente que corre

Llegar a Sidney nos cuesta un par de días. Primero queremos ver el famoso Wilson Promotory Park, uno de los parques nacionales de Australia que goza de mejor reputación. Esta se sustenta, en gran medida, en el hecho de que el Prom., como se lo conoce por aquí, se encuentra en la costa. Sus zonas destinadas a la acampada tienen la playa al lado. Un paraíso para el viajero que llega en verano. Por desgracia, para nosotros es invierno.

Aún así volvemos a encontrar ese romanticismo inherente a las playas en invierno, ese algo que las hace espectaculares. De entre todos los trekkings que se pueden hace en el parque nos decidimos por uno que se llama "Ruta de la Naturaleza", un camino que promete fauna y flora autóctona. Flora hay a patadas, tanta como puede albergar el parque. La fauna, en cambio, se nos antoja más tímida. Aunque la hora es buena para la fauna mayoritariamente nocturna de Australia, el sol está a punto de desaparecer, no tenemos suerte. Los animales que vemos en el parque están, como suele ser habitual, cerca de las zonas de acampada y no en los caminos en los que deberían estar. Nos conformamos.

Dormimos en una de las zonas designadas a tal propósito y a la mañana siguiente nos vamos pronto. Aún queda camino por delante.
Pasamos el día en la carretera y cuando empieza a oscurecer llegamos al Mimosa Rock, otro parque nacional. Esta vez solo tenemos tiempo de buscar un sitio dónde acampar, un camping dónde no hay absolutamente nadie, quizá a causa del frío.

También desaparecemos pronto por la mañana para llegar finalmente a Sidney, última parada de nuestro viaje por Australia.

Pero antes de adentrarnos en la ciudad hacemos una última parada en las playas del norte de Sidney. Por desgracia aquí tampoco el tiempo acompaña, así que, aunque Carles se empeñe en vestir pantalón corto y chanclas, hace frío, y no podemos disfrutar más que de un corto paseo por la playa. Ni baños, ni surf, ni tomar el sol.
Al día siguiente hay que devolver la Paqui a sus dueños, pero hay que devolverla limpia, así que antes que nada hay que pasar por el autolavado de coches.


 Con la Paqui limpia entramos en Sidney por el Harbour Bridge. A la izquierda entrevemos ya la opera house. 
Pero primero hay que instalarse y devolver la Paqui. Lo de instalarnos lo resolvemos en un hostel situado junto a la estación de trenes. Tan cerca que los dos últimos andenes de la estación forman parte del hostel. Algunos vagones han sido reconvertidos en habitaciones compartida, y en una de ellas vamos a parar nosotros. Devolver la Paqui tampoco supone un problema mayor que el de dar unas cuantas vueltas hasta encontrar el sitio.

Con los deberes hechos, nos vamos a ver la Opera House y el Harbour Bridge de noche. Un primer paseo por el puerto nos desvela una Sidney cosmopolita, no muy ostentosa. Una ciudad agradable.
Nos vamos a dormir a nuestra habitación-vagón con la ilusión de haber empezado a descubrir la ciudad más antigua y más grande de Australia. A las 4 de la madrugada: uuuuuaaaauuuu uuuuuaaaaauuuu uaaaaaauuuu, la alarma de incendios se dispara. Nos despertamos y nos miramos a través de las literas.
-¿Qué pasa?- Nos preguntamos el uno al otro como si el otro pudiera tener la respuesta.
Gemma salta de la cama y abre la puerta.
-¿La gente corre?
-No lo sé, no veo nada.
-¿No hay nadie?
-No, que no veo nada porqué no llevo las lentillas.
En nuestra habitación nadie se mueve pero nosotros decidimos salir. Y fuera si, la gente corre, y se apelotonan en la entrada con sus pijamas y sus chaquetas. Al final nuestros compañeros de habitación salen también. Y de repente las sirenas de los bomberos y los bomberos hacen su aparición. El grupo de quinceañeras que se hospeda en el ala oeste del hostel ya se ha armado con teléfonos, ipads y cámaras de fotos para documentar el rescate, bueno y para sacar una ficha de cada bombero. Al final el rescate se reduce a apagar la alarma que ha saltado sin motivo aparente. Volvemos a la cama.


El día siguiente lo dedicamos íntegro a la visita a Sidney. Visitamos parques, edificios altos y otros no tan altos, el jardín botánico y por supuesto la Opera House. Cruzamos el Harbour Bridge de punta a punta y caminamos por el antiguo barrio The Rock's. Todos estos lugares tienen un denominador común: hay gente corriendo, haciendo footing (jogging). Mires dónde mires alguien se acerca o se aleja de ti corriendo. Manadas de personas que corren hacia el norte y hacia el sur. Otros van al este y otros al oeste. Parece que Sidney entera se haya lanzado a la calle a correr. ¡Corran, corran!
-¿Pero esta gente no trabaja?


Algunos visten traje y corbata y zapatillas de deporte, otros sofisticadas prendas de sport y hay, como en todas partes, los que para sudar prefieren ponerse la camiseta de publicidad y los shorts que al final no tiré el verano pasado.
Los australianos están algo obsesionados con el físico, el ejercicio y las calorías. Algo se le debe contagiar a Carles porqué de repente decide que necesita un corte de pelo y se va al barbero.
-15 dólares pasarte la maquinilla.
-¿Y si te lo curras con las tijeras?
-20
-Pues te lo curras.


Volvemos al hostel a comer y a echarnos la siesta un rato, que entre la noche movidita de ayer y el pateo de esta mañana estamos reventados. Y cuando ya empezamos a coger el sueño: uuuuuuaaaaaaauuuuu, uuuuuuaaaaaaauuuu, uuuuuuaaaaaauuuu, la alarma de incendios se vuelve a disparar. Nos miramos a través de las literas.
-¿Y ahora qué? Nos preguntamos el uno al otro como si el otro tuviera potestad para decidir que no hace falta moverse.
Carles salta de la cama.
-¿La gente está saliendo?
-Si...
En nuestra habitación no hay nadie más. Salimos. Y allí están las quinceañeras con las cámaras, los movibles y los ipads esperando a los bomberos. La historia se repite. Los bomberos llegan sin mucha prisa, desactivan la alarma y se van.
Pues ya que estamos espabilados nos vamos a buscar el barrio español. Bueno llámalo barrio, llámalo calle, pero está llena de restaurantes españoles en los que una tapa te cuesta más de 20 dólares.
-¿Y unas aceitunas?
-17
Pues ponnos 2 cervezas de la más barata y ya está.
-¿Españolas?
-No, no, baratas.

Y tras una cerveza mediocre en un restaurante de tapas dónde australianos y chinos se ponen las botas comiendo paella volvemos al hostel.
-Si esta noche suena la alarma... ¡Coge la cámara! Que si no a ver como ilustramos el blog...
Al día siguiente volamos a Nueva Zelanda y ampliamos 2 horas más nuestra distancia horaria con España.


G&C




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domingo, 27 de mayo de 2012

MELBOURNE "No es ciudad para vagos"

MELBOURNE
No es ciudad para vagos

A la Pqui le toca dormir en un parking un par de noches y a nosotros en las literas de una habitación compartida de hostel. Aunque compartir no compartimos con nadie porqué estamos solos. Mejor.
El tiempo esta nublado en Melbourne, pero intuimos una ciudad armoniosa, diseñada con gusto. Por fin vemos edificios altos, avenidas y parques propios ciudad, o como mínimo de una ciudad como las que nosotros conocemos.
El tiempo empieza a mejorar. Melbourne no es ciudad para vagos. Hay tantos parques y tan amplios que los habitantes se lanzan a ellos con la intención de tonificar sus cuerpos. Hay entrenadores y grupos de personas que hacen ejercicio por todos lados. Muchos corren. Y en medio de todos ellos la melodía de un juego de campanas instalado a modo de escultura sonora.  Pasa el tren cerca y los edificios viejos y los modernos se combinan en el skyline.
Aunque seguramente, nosotros recordaremos Melbourne por otro motivo. Hace unos días un amigo contactó con nosotros. En el programa de televisión en el que trabaja están buscando alguien que esté dando la vuelta al mundo y ha pensado en nosotros. Lo arreglamos todo para que nos hagan una entrevista vía Skype. Elegimos como fondo las literas de nuestra habitación compartida en la que no hay nadie más que nosotros. Y les damos permiso para usar nuestros vídeos en su reportaje.
Unos días después se emitía esto por 8tv:
http://www.8tv.cat/8aldia/equip-reporters/equip-de-reporters-20-de-maig-del-2012/

G&C





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martes, 22 de mayo de 2012

VICTORIA "Y la Great Ocean Road"

VICTORIA
Y la Great Ocean Road

Es 14 de mayo, el cumpleaños de Gemma. El día tiene que ser perfecto. Por suerte estamos en el lugar adecuado para que esto suceda. Estamos al inicio de la Great Ocean Road, una carretera que recorre la costa sur de Australia desde donde nosotros estamos hasta Melbourne.
Nos despertamos en Port Fairy, hemos dormido del tirón, sin frío ni animales que nos roben nada. Parece que uno se levanta mejor si ha dormido bajo techo y puede cocinar un buen desayuno en una cocina que no tiene que montar primero.


De vuelta a la Paqui empezamos nuestro recorrido por la Great Ocean Road. Al poco de empezar aparece el primer cartel anunciando un View Point a la derecha. Paramos para ver porqué esta carretera tiene tanta fama, y todo lo que hubiéramos podido imaginar es poco. Nos encontramos con el paisaje más romántico que hemos visto jamás. El agua del mar, de un azul intenso, golpea con furia la escarpada costa y las rocas que los años de erosión han ido perfilando. Hace frío, y el invierno le sienta tan bien a este paisaje...

Cada pocos kilómetros un nuevo punto señalizado en el camino nos hace detenernos a admirar la costa, a bajar hasta la playa, a pasear por las pasarelas acondicionadas para tal uso...
El día no puede ir mejor. Entonces llegamos a la atracción principal de esta carretera: (Uno sabe que ha llegado a la atracción principal porqué está lleno de chinos y hay una tienda dónde venden llaveros con koalas e imanes de nevera con canguros) Los Doce Apóstoles. Actualmente solo quedan 6 de las 12 rocas que un día formaron parte de los llamados Doce Apóstoles, pero son más que suficientes para hacer las delicias de todo el que llega hasta este punto



Cuando creíamos que no veríamos nada mejor, de repente ahí están, ¡los koalas! Primero solo vemos uno, encaramado a un eucaliptos comiendo hojas, después nos damos cuenta de que hay tres en el mismo árbol. Y más tarde que todos los árboles están llenos de estos animalitos tan especiales. Son más grandes de lo que habíamos imaginado, parece que la presencia de los humanos no les importuna en lo más mínimo. La mayoría de ellos duerme, más tarde nos enteraríamos de que los koalas duermen entre 15 y 20 horas al día!

El cumpleaños feliz de Gemma acaba en un camping con el vino que compramos unos días atrás en el valle de McLaren y una tabla de quesos y patees. 


Lo hemos conseguido, ha sido un día perfecto.

G&C




















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lunes, 21 de mayo de 2012

PENÍNSULA DE FLEURIEU "Vino, playas y canguros"

PENÍNSULA DE FLEURIEU
Vino, playas y canguros

De nuevo en la carretera. Nuestro objetivo ahora es la península de Fleurieu, una península que se extiende al sur de Adelaide. Se trata de una región vinícola, y aunque los paisajes llenos de viñedos no nos resulten del todo ajenos, siempre es bonito contemplarlos y más si se puede disfrutar de la cata de algún vino. Elegimos el shiraz para nuestra cata, una uva muy utilizada en los vinos australianos. Catamos  buenos vinos y compramos una botella de uno no tan bueno (lo que da el presupuesto para un regalo de cumpleaños próximo).


Después de la visita al Valle de McLaren y con nuestra botella de vino de las bodegas Hamilton (nada que ver con la Formula 1, de verdad) nos dirigimos al Deep Creek Conservation Park para pasar la noche, pero antes aún nos da tiempo de visitar la costa, con sus playas embravecidas por el invierno.






En el parque nacional nos espera una grata sorpresa. Esta lleno de canguros. Pero no son canguros pequeños como los que habíamos visto en el norte, estos son grandes, altos como personas y más oscuros. No podemos creer lo bellos que son. Aparcamos la Paqui en una buena parcela y dedicamos largo rato a contemplar a los canguros que andan a sus anchas por el camping, les hacemos fotos y vídeos y acabamos saltando con ellos, entre ellos. Maravillosos.
Encendemos un buen fuego para cocinar carne a la parrilla, cenamos y caemos redondos a la cama. Hace frío.
A media noche nos despierta un ruido.
-¿Qué pasa?
-Alguien está revolviendo nuestra basura.
Carles se levanta y sale de la furgoneta.
-¡Nos han robado la basura!
-Muy bien cariño, vuelve a la cama.
-¡Alguien nos ha robado la basura y la ha esparcido por el suelo!
-¿?
Evidentemente se trata de un animal, seguramente un canguro pero Carles no piensa dejar el asunto así como así, le han robado la basura y alguien debe pagar por ello.
-Bueno,¡buscaré al culpable mañana por la mañana!


A la mañana siguiente no buscamos al culpable, desayunamos al amparo de los débiles rayos de sol y salimos dirección noreste hacia el siguiente parque nacional (se duerme barato y es bonito). Pasamos por Victor Harbor, un bonito pueblo donde en invierno se pueden ver ballenas (por desgracia aún no es suficientemente invierno para verlas). Llegamos al Coorong National Park tarde, hace mucho frío. Encendemos el gas para hervir agua para hacer verduras pero hace tanto frío que el agua no hierve. Desde el interior de la Paqui vigilamos el fuego que hemos emplazado sobre un banco en el exterior. 30 minutos después el agua sigue sin hervir.
-No hervirá nunca.
Desesperados cambiamos la olla por una sartén y el agua por un poco de aceite. Ponemos las verduras en la sartén y volvemos a escondernos en la furgo. Al salir las verduras están enganchadas pero empiezan a estar hechas. Al final logramos un plato estupendo. Esta noche hará mucho frío y a la mañana siguiente saldremos corriendo.
Otro tirón de carretera más, esta vez llueve. Pero este país es algo extraordinario. Mires donde mires todo es perfecto, un valle completamente verde con vacas a la derecha, canguros a la izquierda, unos caballos trotando contra la puesta de sol... y si llueve, va y sale el arco iris!
Llegamos a Port Fairy con la intención de dormir en un hostel, hace frío y se agradece una cama caliente, una cocina con techo y una ducha. Nos toca dormir separados, los niños con los niños y las niñas con las niñas, bueno, por un día... Aunque parezca un chiste, lo más destacado de lo que hacemos en Port Fairy es comprar jabón, no para los platos sino para nosotros, pero nos vale para unas risas antes de acostarnos.

G&C



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