martes, 15 de julio de 2014

RíO TSIRIBIHINA


Parece que el pueblo entero ha venido a despedirnos. Estamos en el puerto de Miandrivazo, es decir, en la orilla del río, donde tres canoas esperan para ser abordadas. Nuestras mochilas vuelan sobre las cabezas de varios hombres que compiten por cogerlas y acomodarlas, a modo de respaldo, en los que serán nuestros asientos los próximos tres días. Parece que esperamos algo, pero ¿qué? Se nos acerca Désirè para aclararlo.
-Esperamos a uno de los remeros, le dije que no bebiera ron antes de salir de viaje, pero lo hizo. Le he despedido.- En Madagascar los hombres beben ron, mucho, y se ve que este en concreto muchísimo, así que nos toca esperar a otro remero que sustituirá al del ron.
Antes de salir se le monta a Désirè una pequeña revuelta por la propina que debe pagar a los que han ayudado a colocar mochilas, pero el nuevo remero llega a tiempo y salimos sin más complicaciones.
Contra todo pronostico las canoas resultan ser comodísimas, y pronto nos acostumbramos a la calma del río Tsiribihina, nos relajamos y dejamos que Dadá, Sulei, Sulá y los demás hombres de Désirè nos lleven río abajo en sus canoas.





Al poco de salir Dadá enciende un pequeño fogoncito de carbón que llevamos a bordo y empieza a cocinar. Al pasar junto a la canoa de Thibaut nos damos cuenta de que lleva dos polizones, dos gallinas que viajarán con nosotros casi todo el camino... De repente en el remo de Sulei aparece un camaleón, nos lo enseña divertido antes de devolverlo a tierra. El primer día también vemos un cocodrilo.


Paramos a comer cerca de una aldea, mientras esperamos a que Désirè y sus chicos acaben de preparar la comida vemos aparecer de todas partes niños que se acercan, al principio tímidos, parecen esperar algo. Cuando llega la comida entendemos que esperan las sobras. La situación es algo incomoda, nosotros comiendo mientras un grupo cada vez más numeroso de niños y mujeres nos miran. Les damos todo lo que nos sobra, y también unas galletas que llevamos en la mochila, ¡que bochornosa metáfora del mundo, señores!
El paseo por el río sigue con una banda sonora constante, las vocecitas de los niños que desde la orilla gritan:
-¡Salama bazá!
Esperando que su saludo sea devuelto con un:
-Salama- y un saludo con la mano.
Bazá es la palabra que los malgaches usan para describir a los turistas. En un inicio servía para denominar a los franceses en Madagascar, luego pasó a usarse para todos los blancos y actualmente también describe a los turistas de otros países africanos. Lejos de poseer connotaciones negativas, bazá significa jefe, y es una palabra cargada de buenas intenciones.


El primer día por el río acaba cuando se pone el sol y acampamos en un banco de arena. A parte de la cena Désirè nos ha preparado su ponche especial a base de ron y limón.



A la mañana siguiente el despertador-olla de Désirè nos levanta a las cinco para desayunar aún a oscuras y empezar el camino con la salida del sol.





-Caroooooooote- empieza a cantar Désirè. Y los remeros le siguen. Con el sol naciendo sobre las tranquilas aguas del Tsiribihina y las tres canoas en línea, solo se oyen las voces de los seis hombres entonando una antigua canción de guerra que cantaban los malgaches en la segunda guerra mundial para reírse de los alemanes, cuando el ejército francés los ponía en primera línea de fuego.

El segundo día nos reserva la visita a unas cascadas en las que podemos darnos un baño antes de comer y volver a las canoas.


Otro cocodrilo, algún lemur, unos murciélagos gigantes y muchos pájaros después llegamos al banco de arena donde pasamos la segunda noche. La velada la amenizarán un grupo de niños con un banjo de una sola cuerda, un cubo a modo de tambor y con sus coreografías de hip-hop africano.

El tercer día empieza tan pronto como el primero, pero con dos pasajeros menos a bordo, los dos pollos que nos comimos anoche.



A media mañana Désirè nos hace parar en una aldea para comprar provisiones, saltamos a la orilla y se nos echan encima todos los niños del lugar, jugamos con ellos un buen rato, les encanta que les hagamos fotos y luego se las enseñemos, se señalan a si mismos en la foto y enumeran a todos los que en ella aparecen. Muchos se reconocen a sí mismos por la ropa que llevan, se señalan la camiseta para que veas que son ellos. Les hacemos algún video también, Gemma canta y baila con los niños algo como: xuuuuu-xú y al enseñarles el video se mueren de la risa. Tras muchos "baluma" nos despedimos de los niños que gritan nuestros nombres desde la orilla aún un rato más.





A punto de finalizar el último día por el río nos cruzamos con los remeros que ya han dejado a sus bazá a puerto y vuelven río arriba. Por primera vez somos conscientes de que el trabajo de nuestros compañeros de viaje no acaba cuando nos dejan a nosotros. Les quedarán aún seis días remontando el río para volver a casa.
Nuestra aventura por el río termina casi al mediodía, cuando de repente divisamos el 4x4 de Andue. Desembarcamos y cargamos los bártulos en el coche mientras nos despedimos de los chicos. Han sido tres días maravillosos.
En Belo nos espera un hotel monísimo. Desgraciadamente Carles empieza a sentirse muy cansado, el termómetro revela algo de fiebre y al poco empieza la diarrea. Por un momento tememos lo peor, son los síntomas de la Malaria. Carles pasa la noche entera convencido de que tiene Malaria, por suerte Gemma lo conoce muy bien y sabe que su tendencia natural a la exageración se acentúa y mucho con las enfermedades.




1 comentario:

  1. Waw, waw i waw!!!
    Gràcies per compartir-ho amb els que de moment tot el viatge que fem és de casa a la feina i tornada.
    Disfruteu moltissim!! Empapeu-vos de tot i no borreu les fotos que ha fet el Carles que les voldrem veure!!
    Petonets i fortasec!
    Sara

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